sábado, 15 de septiembre de 2012

La falta de educación y mis experiencias de hoy.

Hoy me he ido a dar un paseo con una compañía estupenda. La idea era ir a misa en la Catedral, en la parroquia del Sagrario a las 8pm y después darnos un paseo por el Arenal o por otras partes del centro de Sevilla para disfrutar de esta noche de septiembre y tomarnos un par de tapitas. 
Lo que pudo ser agradable fue bochornoso, y a quien se le puede pedir respeto sólo te da falta de educación y acciones irrespetuosas.
No estoy negativa, soy objetiva ante una situación detrás de otra inadmisibles.
Entramos en la iglesia del Sagrario y había habido una boda a las 7pm, por lo que el suelo estaba llenito de arroz blanco, arroz integral, pétalos de flores y garbanzos (sí, señores/as, garbanzos - los novios se han tenido que acordar de toda la familia de quien tuvo la feliz idea). 
Entramos con cuidado con miedo a resbalarnos, porque era muy peligroso pisar por ese suelo lleno de restos de una boda. 
Entramos en misa, y bien, solemnidad, oración, recogimiento. Pero llega las 8,30pm, hora que empieza otra boda en la misma iglesia. Y la gente, emperifollada, con floreros en la cabeza, y mucha mala educación entran, en plena comunión, hablando, incluso por teléfono móvil, y cogiendo sitio para la boda que se aproximaba. Comunión, acción de gracias, momentos solemnes de recogimiento y oración que se cargaron una serie de gentuza que no sabían tener respeto ni educación por la gente, que por derecho, estábamos en plena misa. 
Yo misma, en el acción de gracias, tuve que mandar callar a dos cotorras. La primera vez fue con la mirada y la segunda, con un siseo que dejó claro lo que pensaba. Si a la primera se callaron por poco tiempo, algo más duró la segunda.
Decenas de personas que entraban para coger sitio en una boda, y quienes no saben ni contestar en una misa. Para fastidiarla, quédate fuera. Nadie se dará cuenta y los que estamos dentro podremos disfrutar de la eucaristía.
Por otra parte llega el momento de la tapa. En una calle del Arenal hay una esquina donde se unen dos o tres bares. Los camareros van captando clientela mostrando a la gente que pasa por la calle el menú de su bar. Te encuentras que un camarero y una camarera de los bares rivales se ponen a discutir por el sitio donde interceptar a la gente con sus menús, hasta el punto que, nosotros estábamos justo en medio de esa disputa entre estos dos especímenes, quitándonos la tranquilidad y el placer de disfrutar de una tapa en Sevilla. Resultó que, encima, una tapa sabía a humedad, y los solomillos al whisky no habían visto esa bebida en su vida y encima estaban sosos. Fue una mala elección. En vez de dos nos tomamos sólo una tapa. Nos fuimos. No volveremos.
Por fin llegamos a casa. Intentaremos olvidar a los irrespetuosos y maleducados asistentes a la boda de las 8.30pm, y también a los camareros impresentables. 
Mañana será otro día, espero.
Clara Pascual