lunes, 23 de febrero de 2015

Soy tu botón.

Ayer tuve la suerte de estar con mis amigas por la tarde, tomando café en un lugar de Tomares. Una de nosotras leía unas palabras mientras nosotras lo visualizábamos con los ojos cerrados, lo interiorizábamos, y nos concienciábamos de su contenido. Antes, para explicarnos cómo tener esa concentración, nos enseñó un vídeo de su alumnado en el que hablaba de la verdad. Ser capaces de pensar, sentir y hacer en concordancia, porque si pensamos, sentimos y hacemos cosas diferentes, estamos segmentados y terminamos con esquizofrenia, mínimo. Hoy intento ser así. Hoy siento el mismo amor por mi hermana ausente que siempre le tuve. Tuvimos discusiones y enfados, pero el amor siempre fue infinito, porque yo era su botón, y ambas éramos paños de lágrimas recíprocos. Siempre estaba ayudando, era generosa, y daba sonrisas aunque se sentía hecha una mierda; decía que estaba bien cuando le llamaba estando ella esperando en urgencias por no preocupar. Tenía mal humor muchas veces pero no es fácil lidiar con su vida, y nosotrxs tampoco podríamos hacerlo mejor. Valoro la dedicación a nuestra madre y nuestro padre, porque siempre estaba a su lado. Valoro su dedicación a sus hermanos y hermanas, a sus sobrinos y sobrinas, y especialmente a sus amigos y amigas. A sus ahijados/as. Eres grande, Mónica. Siempre y para siempre. Me da igual que estés hecha cenizas. Estos días muchas personas, cientos de personas, han demostrado cariño y agradecimiento. Gracias a todas ellas. Tu alma sigue a nuestro lado y es lo más valioso que siempre has tenido. Un corazón de platino, un diamante en bruto que nunca se supo valorar. Pero no somos nadie. Nadie ha de poner valor a otra persona. Así que, sigue cuidándonos, Moni. Descansa ya en el Paraíso, en el Nirvana, donde estés. Sé la energía que fuiste siempre. Transfórmanos para que sepamos llegarte a la suela de tus zapatos.

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